Científicos de la Universidad de Pensilvania (UPenn) han utilizado la lechuga para desarrollar una insulina de origen vegetal que podría constituir una alternativa más barata y segura a la insulina inyectable.
En la actualidad, las inyecciones de insulina son vitales para muchos pacientes diabéticos, pero pueden hacer que la hormona llegue demasiado rápido al torrente sanguíneo, lo que provoca bajadas de azúcar. Además, la insulina clínica carece de uno de los tres péptidos que se encuentran en la insulina natural.
[perfectpullquote align=»full» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]»Los pacientes pueden obtener un fármaco superior a menor coste».[/perfectpullquote]
Desarrollada en el laboratorio Daniell de la UPenn, la insulina vegetal contiene los tres péptidos, y las investigaciones sugieren que se comporta de forma muy similar a la hormona natural. Se fabrica haciendo pasar genes de insulina humana a través de las paredes celulares de la lechuga, donde se integran en el genoma de la planta. Cuando la lechuga ha crecido, se liofiliza y se tritura para que pueda tomarse por vía oral.
El método es mucho más barato que las técnicas actuales de producción de insulina, que requieren complejos equipos de laboratorio. Además, la insulina clínica convencional debe conservarse a bajas temperaturas, mientras que la de origen vegetal es estable, lo que abaratará su almacenamiento y transporte.

Cambiar el paradigma
Muchos medicamentos se han obtenido tradicionalmente a partir de plantas, y los investigadores modernos investigan cada vez más tratamientos basados en plantas. Durante la pandemia de COVID-19, la empresa israelí Novel Concepts desarrolló una «cura» a base de plantas, que ayudaba a inhibir la conexión del virus con las células humanas.
A principios del año pasado, se aprobó en Canadá una vacuna contra el COVID de origen vegetal, fabricada utilizando plantas vivas como biorreactores para producir partículas no infecciosas que imitan al virus. En el futuro, las vacunas vegetales podrían superar a las tradicionales gracias a un proceso de fabricación más corto y eficaz.
«Con este sistema de administración, cambiamos todo el paradigma, no sólo para la insulina», afirma Henry Daniell, investigador que dirigió el proyecto en la UPenn. «Crecí en un país en vías de desarrollo y vi morir a gente porque no podía permitirse fármacos o vacunas. Para mí, la asequibilidad y el acceso global a la atención sanitaria son la base de mi trabajo. Y en este caso, estamos haciendo que la insulina sea más asequible al tiempo que la mejoramos significativamente. Los pacientes pueden obtener un medicamento superior a menor coste».